Jesucristo es hoy el nombre más cantado, más invocado y más adorado.
Intriga, suscita la curiosidad, de la admiración pero sobre todo es el epicentro de la humanidad.
No hay un solo personaje reconocido ilustre en este mundo, cuya fecha de nacimiento o de muerte no esté basada en Jesús.
En efecto, la Historia le reconoce a Jesucristo la primacía sobre todos los calendarios que puedan existir particularmente el calendario gregoriano.
Más de 2000 años después de Jesucristo, su nombre siempre es la comidilla de la actualidad. Lo demuestra un artículo aparecido el 24 de diciembre de 2013 en el Nuevo Observador que se titulaba: "¿Quién verdaderamente es Jesús?".
Unos dicen que era un revolucionario, otros lo cualifican de filósofo. Otros aseguran que es un mito. Algunos reescriben evangelios y se enriquecen en una ganancia sórdida mancillando la reputación de Jesús, en quién, ni los judíos ni los gentiles encontraron ninguna fraude.
Pero fuerza es comprobar la huella indeleble dejada por Jesucristo. Es la fuente de inspiración de los predicadores más grandes y de los gurús que sueñan con apropiarse su aura y su misión.
La opinión pública ve en Jesucristo al fundador de la religión cristiana. La realidad es que Jesús no fundó una religión sino que vino para restablecer más bien la relación quebrantada entre Dios y los hombres.
"Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles." 1 Pedro 1.10-12.
Porque el pecado había quebrantado la relación entre Dios y los hombres, exponiéndole así a estos últimos a una muerte eterna, el Padre envió a su Hijo con el fin de cumplir su plan de redención de la humanidad. En efecto, la persona que Dios buscaba para esta misión ha sido encontrada sólo en Dios mismo.
Entre todos los dioses que son invocados bajo el cielo, nadie hizo sacrificio expiatorio para salvar al hombre. Solo Jesús lo hizo.
La potencia contenida en el nombre de Jesús es llevada por el impacto de la resurrección. Vencedor único de la muerte, es el único que haya descendido en las profundidades con el fin de liberar a los cautivos (1 Pedro 3.19).
Jesús es el solo nombre cuya invocación simple provoca un milagro. El nombre de Jesús significa " Dios salva". Por la predicación de la cruz y el don del Espíritu Santo, el nombre de Jesús libera (pone en libertad), restaura, cura, restablece, restituye, resucita.
Es la fuente única de la salvación. Es el solo nombre con el cual la humanidad puede ser salvada (Hechos 4.12). Es el nombre más glorioso, más excelente y más majestuoso.
Jesús es el solo nombre portador de vida de resurrección porque él mismo lo declaró: "Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí." (Juan 14.6).
El mundo sufre. Para escapar de su decaimiento, hay sólo una solución y ésta se encuentra en el glorioso nombre de Jesús.